PUERTAS AL SOL No. 7


El Camino del Guerrero Jaguar

En un floreciente reino maya de tiempos ya olvidados, había una extraña sociedad de guerreros defensores de la cultura: los Señores Jaguar, quienes vivían en una sorprendente integración con la naturaleza tropical, tan fecunda y desafiante. Su oficio no era la guerra sino combatir la enfermedad, el sufrimiento, la debilidad y la ignorancia a los que está expuesto el ser humano de cualquier época o lugar.

Para ello, se dedicaban a promover el desarrollo total de las capacidades inherentes a la naturaleza humana, la cual consideraban contenía en forma latente muchos de los poderes de otras especies por ser el hombre un resumen de la evolución natural. Ese desarrollo lo lograban aplicando admirablemente un conjunto de métodos que llamaban Balam Chac Mol Sacbé, El Camino Blanco del Jaguar de la Garra Roja.

Como lo insinúa ese nombre, el método se fundamentaba en el aprendizaje de las habilidades del jaguar para sobrevivir y adaptarse a la naturaleza. Tomaban el jaguar como emblema de esa sociedad porque desde tiempos remotos los mayas llamaban Balam o Jaguar a una de las constelaciones de su zodíaco, en correspondencia con las energías que ese sector del cielo irradiaba hacia la tierra (Balam se corresponde a Piscis en el zodíaco caldeo), porque consideran que el jaguar tuvo que ver con el origen de la humanidad y con nuestras energías vitales, y porque hay posibilidad de comunicarse con él en sueños, revelaciones y encuentros en la selva para recibir ciertos conocimientos vitales para la supervivencia . El jaguar era el soporte o primer cuerpo de la pirámide humana (o sea, del ascenso escalonado y espiral hacia la conciencia cósmica.) El segundo cuerpo, la serpiente (el puente entre tierra y cielo, por así decir), y el águila el cuerpo superior, el cielo.

Así, el jaguar celeste y el terrestre eran compañeros en el camino sagrado del maya, guardianes del saber antiguo de los grandes ancestros que lograron alcanzar la cumbre espiritual, la Libertad Total. Allí, en el Balam astronómico y en el de la naturaleza, los mayas leían códices y mapas que revelaban secretos del Cielo y de la Tierra. Secretos impenetrables, que recibían solo los capaces de sacrificar su corazón, los elegidos como servidores de la Luz. Sin la fortaleza, salud y vigor representados en el jaguar, sin penetrar por su boca hacia los misterios menores y mayores, no había liberación espiritual posible, no se abría la Ruta Celeste… (Véase el apéndice 4.)

I: EL DESTINO JAGUAR DE UN NIÑO

Cuentan los abuelos que después de un largo período de esplendor, aquel reino sufrió trastornos sociales y naturales así como la invasión de bárbaros extranjeros, todo lo cual trajo una decadencia que expuso sus gentes a una degeneración moral y física. Ya no estaban encarnando las almas luminosas que exaltaron la raza a su grandeza creadora, y la alimentación, base de la salud, no se basaba más en el conocimiento sino en costumbres ciegas.

Siguen narrando que un día tempestuoso cayó un enceguecedor relámpago sobre la plaza de una aldea cercana a la capital del reino, con tal poder que derribó el templo, incendió las casas y mató a casi todos sus habitantes. Unos pocos supervivientes, heridos, huyeron despavoridos hacia la ciudad, donde hallaron refugio y curación. Nunca más regresaron a la aldea, que pronto fue devorada por la selva.

El Consejo Sacerdotal consultó el calendario y los granos de maíz y de tzité (frijol rojo), para poder descifrar el mensaje implícito en ese estruendoso relámpago. Cuando lo lograron, anunciaron al pueblo sus conclusiones:
- Amados Hermanos, a pesar del dolor que nos embarga por la pérdida de seres queridos, el rayo que bajó del cielo trae un mensaje profético alentador para nuestros corazones. El Señor del Fuego Celeste, Canhel (la Gran Serpiente de Vida), enviado de Kinich Ahau (Señor Ojo Solar) bajó con potestad y fugazmente para abrir la ruta cósmica a los seres estelares hacia el resurgir de nuestra cultura. Después de 9 veces 52 años de esta larga noche del espíritu que ha desangrado nuestros corazones, pronto, dentro de 13 años, Balam Rojo de nuestro cielo abrirá sus ojos, y su hijo, Maestro Guerrero Jaguar, volverá. Volverá una vez más, ahora para encauzar nuestras familias hacia el reinado de la sabiduría junto con todos los pueblos de la tierra. Mientras tanto, preparémonos haciendo penitencia y ofrendas a Ahau Hunab K'u (Dios Uno), implorando su compasión. ¡Maestro Jaguar vendrá con el Fuego Nuevo!

- Con gran alborozo, las gentes se congregaron en el patio ceremonial para celebrar con cantos, danzas y espectáculos, la esperanza que renacía en sus corazones, desplazando el dolor de esa larga noche que ocultó al sol de la cultura, gracias al poder del rayo celeste, pierna del Sol invisible.
Lo único que quedó en pie en la aldea fue la efigie pétrea del Balam Chac Mol, sobre la agrietada plataforma del templo, con sus ojos de esmeralda y dientes de jade, que brillaban al resplandor de ese fuego que duró hasta el siguiente amanecer. Además, en una casita al borde de la selva quedó, huérfano y abandonado, un pequeño de cinco años. A la hora de la tragedia dormía sobre el suelo envuelto en una piel de jaguar.

Cuando despertó, se vio colgado de los colmillos de un jaguar que se deslizaba suavemente por la intrincada selva. Su primer impulso fue gritar y llamar a su madre. Pero había algo cálido y maternal en los gruñidos de la bestia, en la delicadeza con que lo llevaba a un destino ignorado, que esa dulce sensación lo hizo adormecerse de nuevo. Iba envuelto en la sedosa piel de un jaguar pequeño que su padre había cazado, y donde su madre solía acostarlo o envolverlo. Tanto le gustaba esa piel, que a veces se la colgaba a modo de capa, como veía a los sacerdotes en sus ritos, o a los danzantes en las noches de luna; y así cubierto se agazapaba en el pozo cercano al cenote, entre carrizos, para asustar a sus amiguitos. Por eso su padre lo llamaba "mi pequeño Balam Chaac".

Despierta el niño horas después, en una cueva gratamente fresca en la modorra de la tarde tropical. A su lado, acariciándolo con su lengua rasposa, su madre adoptiva con sus dos cachorritos dormidos. No extraña el hogar, lo que quiere es jugar con sus nuevos hermanitos, como lo hacía hasta ayer en la aldea. Un rato más tarde están todos correteando, abrazándose, escondiéndose y acechándose. La madre los contempla complacida.
Poco antes del anochecer llegó el padre con su presa, que devora junto con su compañera. Luego la madre llama a los hijitos para el reposo.
¡Hijitos, llegó papá! ¡A comer y a dormir!

Todos acuden correteando, pero el padre gruñe sorprendido y en guardia ante un olor extraño. Olfatea al pequeño Balam Chaac y mira interrogativamente a su hembra. Ella le responde:
Nuestro hijito atrapado hace años por el hombre malo, ha regresado. Trae su trajecito que le tejí al gestarlo, y un cuerpito humano. Lo recogí cuando Chaac destruyó sus casas y su gente. Yo acudí a su llamado, que me guió hasta el niño que gemía atontado, y olía como nuestros hijitos. Así respondió el cielo a mis ruegos, y se acabaron mis lágrimas.

Está bien, mujer, será nuestro y crecerá junto a nuestros otros hijitos, y cuando sea grande y nosotros viejos, nos defenderá del hombre malo. Esa pielecita que lo protege es señal de que los dioses nos complacen devolviéndonos nuestro primogénito en circunstancias tan extrañas. Yo solo vi fuego en el pueblo, y nuestra imagen de piedra brillando extrañamente. Algo preparan los poderes del cielo para nuestro hijo. Consultemos a los abuelos.

Así lo hizo, y los abuelos, en la siguiente luna nueva, fueron al cenote a consultar a las estrellas. Un ave plateada se apareció y les dijo:
Protejan y eduquen al niño jaguar y humano, en las cosas sagradas. A los 13 años de aprender con ustedes, el Cielo lo pondrá en su camino.
El niño crecía aprendiendo las leyes de la selva, las destrezas y moral de los jaguares,, sus creencias y su idioma, sin olvidar el suyo, con el cual les hablaba a sus hermanitos y a los vecinos, quienes se acercaban reverentes y temerosos a contemplar esa extraña criatura, que apareció en su mundo acompañada de graves presagios.. En sus juegos siempre gritaba su nombre,¡Balam Chaac! ¡Balam Chaac!, en respuesta a los gritos de los demás, mientras saltaba entre la vegetación con sus hermanos y amiguitos. Ese grito mantenía vivo en su mente el recuerdo de su idioma, de los relatos de su padre y los cantos de su madre, así como las imágenes de la aldea.

Pasaron los años. Balam Chaac ya era un competente jaguar, diestro en las artes y técnicas del clan. Dominaba su dialecto, acompañaba al padre en la cacería, ayudaba a la madre, y era un buen centinela en los momentos de peligro. A veces tenía sueños que lo inquietaban, como el de un guerrero de cara humana y cuerpo de fiera, que volaba sobre un precipicio para salvar de la destrucción a una hermosa ciudad con grandes pirámides y jardines maravillosos, y otros sueños donde surgían lugares, situaciones y personajes desconocidos para él. Se los contaba a su padre, quien siempre le respondía escuetamente:

Algún día sabrás lo que el Gran K'in reserva para ti. Él te habla mientras duermes para prepararte".
Su padre era un apasionado aventurero, siempre en busca de sorpresas y novedades, invencible galán, y campeón en los deportes de su raza. Todo lo que sabía se lo transmitía a Balam Chaac, quien así crecía valiente y audaz. Pero el joven prefería ir con sus abuelos, que vivían en un refugio en el cerro más alto y eran muy apreciados por sus conocimientos, rituales, consejos y curaciones. Ellos solían contarle raras historias y leyendas que estimulaban su imaginación y su anhelo de conocer esos sitios ocultos y prohibidos. En las madrugadas de luna nueva, los abuelos lo llevaban a un claro en el bosque, muy árido, para contemplar extrañas manifestaciones de formas, colores, cantos y otras que llevaban su mente a un inexplicable estado de ensoñación. La abuela le enseñaba pacientemente:
La mente es como el espejo de agua que está frente a nuestra cueva. Todo lo refleja y lo contiene. La naturaleza es el espejo del cielo, todo lo que vive en las estrellas como luz vive aquí como formas. El cielo es el espejo del Gran Abuelo Creador, sus pensamientos se vuelven infinitas luces allá arriba. Si sigues entrenando tu mente como te indica tu abuelo, y tu cuerpo, que es reflejo de la mente, como te enseña tu padre, lograrás el propósito que te hizo nacer humano y vivir jaguar. Recuerda: los reflejos conducen a su fuente, la Gran Luz, si no te quedas embelesado en su contemplación, sino que los usas como la boca de la gruta de la sabiduría, así como nuestra boca da paso al alimento. Y si así te comportas, podrás leer en el Gran Libro del Cielo el por qué tuyo, el por qué nuestro, los porqués que inquietan tu mente. Y así podrás extasiarte en la contemplación del Autor de tantas maravillas. No te dejes llevar por la pereza ni por las excusas. Guerrero en los campos de la mente, eso debes ser, para que logres tu misión en la vida. ¡Que nadie te distraiga del verdadero propósito!

La abuela jaguar era su formadora. Siempre le regalaba consejos, advertencias, correcciones, llenos de ternura, bondad y tolerancia: (véase el apéndice 2, al final del cuento).

Mi querido nietecito, estás entrando impetuosamente a tu juventud. Los ardores que por tu sangre te impulsan a actuar, no los dejes descarriarse, ponles riendas. Juega y danza con las muchachas, acarícialas, de allí no pases. Tu raza y la nuestra no deben mezclarse, cada una al despuntar la vida recibió un mandato diferente del Gran Abuelo Creador, el cual debemos respetar. Está cercano el día en que ocuparás un lugar de dignidad en tu mundo humano. No te dejes infectar de ese veneno de las ambiciones ni del afán de poder con que tratarán de contagiarte los perversos. Cuida la belleza de tu corazón. Sirve con amor y respeto a tu pueblo, dignifícalo con tu ejemplo. Que tus ojos guarden las imágenes de nuestro mundo que has compartido, que sean alimento vigorizante para tu mente. Recuerda que estás llamado a una misión de paz, de reencuentro, de retorno a los veneros puros de la sabiduría sin manchas que conduce a la felicidad. Nosotros confiamos en ti, conocemos la marca que traes en tu espíritu, esperamos que un día vuelvas a nosotros para restablecer la Santa Alianza Universal. No somos bestias. Somos tan humanos como ustedes, aunque nuestros cuerpos difieran, así como nuestra lengua. El Dador de la Vida no es copista, es creador, no hace dos cosas exactamente iguales, está dotado de originalidad, de versatilidad; hasta cada cosa, cada ser, cada sociedad, cambia a cada instante. Lo único permanente es la impermanencia, lo único que no cambia es el cambio. No permanezcas estático, ni esperes que la vida y tu pueblo se mantengan siempre en la misma condición. Como las mareas y las olas del océano, como las estaciones y los árboles, así es la realidad en que nos movemos. Medita mis palabras, mantenlas vivas en tu corazón, te darán poder.

En esos atardeceres, cuando al ocultarse el Señor Sol, Kinich Ahau, por el poniente se asomaba la Reina de la Noche, Ix Chel, por el oriente, acompañaba a sus padres y hermanos al cenote, donde entonces todos se reunían a nadar, retozar y reír; chistes y chismes corrían de boca en boca, y las parejitas se abrazaban bajo las aguas frescas y cristalinas. Pero cuando ya era noche y aparecían las primeras estrellas, todos debían retirarse, estaba prohibido permanecer en la gruta. Solo los viejos del Consejo se quedaban allí, y también Balam Chaac, por indicación del jefe del clan, junto con sus abuelos. Cuando la Luna Llena alcanzaba lo más alto del cielo, los árboles se transformaban, de las estrellas caían unas aves resplandecientes, las aguas giraban en veloces espirales, y los viejos y el joven se despojaban de sus cuerpos dormidos para volar por mundos de magia y esplendor, y por las espirales del agua del cenote penetraban al corazón de la Madre Tierra, la Gran Jaguar. Cuando la Luna se acercaba al horizonte, el Jefe transmitía las instrucciones que había recibido del Cielo y de la Tierra, y luego se iban a un breve reposo antes de iniciar sus tareas cotidianas. Así, una noche dijo:
El cielo se conmueve porque se acerca la gran noche cuando de las estrellas descenderán sus luces para sembrar la grandeza en la tierra. La Madre sufre los dolores de ese gran parto. Por todas partes se agrieta, parece enferma, pero sus aguas y su viento se está regenerando para recibir a esas criaturas del cielo en su seno. Nuestra estirpe será dignificada juntamente con la humana. Balam Chaac pronto cruzará ese puente olvidado, es mandato del destino. Debemos protegerlo para que las tinieblas no se crucen en su camino. En ello van nuestras vidas. Muy próxima está la aurora que abrirá el umbral a esas luces.

A los pocos meses Balam Chaac cumplía 18 años de edad, y 13 de su convivencia en el reino de los jaguares. Fue celebrado con una gran fiesta en el cenote. Se invitó a todos los habitantes de esa selva. Era sorprendente, increíble, ver juntos venados y jaguares, serpientes y pájaros, reptiles y peces, una multitud abigarrada y dispar celebrar alegremente, en paz y amistad, ese doble cumpleaños, la pronta iniciación del joven, y sobre todo, la profecía que se estaba cumpliendo en él, y que despertaba tantas esperanzas.

Al caer el Sol, el jaguar shamán celebró un breve ritual, y ante la asamblea se dirigió al joven:
Amigo Balam Chaac, quiso el destino traerte a nuestro mundo. Te aceptamos con amor porque sabemos lo que tú ignoras, el sello que al nacer recibiste del cielo y que te ha conducido a este momento,, final y comienzo para ti y para nosotros. Vas a ser iniciado ahora en nuestros misterios. El velo que el Señor Chaac tendió sobre tu memoria, debe descorrerse para que veas la verdad de tu destino y cumplas con él. Para ello necesitas poder. Ese poder que vendrá a ti cuando abras los registros del tiempo sellado en tu corazón. Yo seré tu guía y compañero en tu iniciación. Irás por un camino diferente al nuestro, pero siempre estarás unido a nuestro clan. Acompáñame.
De esta manera empezó el jaguar shamán su tarea de iniciar al discípulo, el hombre jaguar.

II: LA INICIACIÓN DEL HOMBRE JAGUAR

Verás, jovencito. Tu mente está fresca, libre aún de pasiones desbordadas que empañan el cristal de los ojos. Sin embargo, tu memoria ancestral está cerrada por los velos piadosos del olvido. Caminaremos juntos por esos oscuros pasadizos, te ayudaré a romper cerrojos y te acompañaré al otro lado de la montaña del tiempo. protegiéndote del mal y de las tentaciones, y conduciéndote por los mundos ocultos hacia tu corazón radiante.

Así habló el shamán, al encaminarlo al reino del misterio. Balam Chaac se despidió de su familia jaguar con dolor pero con la promesa de reencontrarse algún día. Se encaminaron los dos al cerro de los abuelos, quienes los recibieron con cariño. Ya estaban enterados del propósito de la visita, y lo tenían todo preparado. Se sentaron en círculo los cuatro ante el sol tibio de la mañana. Después de elevar sus preces y cantos rugientes al Padre Sol como enviado del Gran Sol Invisible, el shamán le narró al chico el devenir de soles y lunas; eran historias fantásticas de escenarios sucesivos de la vida; eran espacios naturales donde brotaban y desaparecían mundos, especies, seres, aconteceres y cataclismos, todo regulado por la cadencia de los tiempos, los siglos parecían horas en ese desfilar de las edades; selvas y civilizaciones surgían y desaparecían en oleadas incesantes, como las olas que se elevan en la mar y van a morir en la playa una tras otra, sin descanso, en un perenne repetir demoledor.

Es lo que llaman el tiempo, que para nosotros es una danza incesante, con cambios constantes de ritmo según las pulsaciones cósmicas que hacen bailara nuestra Madre Tierra, Gran Jaguar, y a ese compás todos bailamos obligados.

Ahora el abuelo toma la palabra. Relata la historia de su raza, muy poderosa en épocas remotas, gobernando en muchas tierras cuando el Sol aún no daba su brillo. Narró el génesis del primer jaguar, modelado por los dioses nocturnos que aún centellean en las noches claras. Cómo le asignaron una misión en la penumbra de los primeros tiempos, cómo le enseñaron el misterio de la procreación y a consultar a la Reina de las Noches durante los plenilunios. Cómo este gran maestro y padre de la raza peregrinó por el mundo enseñando las leyes de la selva, gestando en un sueño su pareja, logrando una descendencia numerosa que repartió por las selvas, que entonces cubrían casi toda la superficie del planeta.

Al final de sus días escogió entre sus hijos mayores a los 4 Balam, Pilares del Mundo, para fundar los clanes mayores que establecieron nuestro imperio. ¡Qué tiempos de gloria aquéllos para nuestra raza! Pasaron las edades, y llegó el temible momento profetizado por nuestros sabios: el fin de la Edad de la Penumbra y el comienzo de la Era Luminosa. Estábamos llamados a contribuir al advenimiento del Hombre y a compartirles nuestro poder. Vino del cielo con el primer rayo del Sol infante, semejante al Gran Abuelo Creador, de rostro felino y piel como la nuestra, era poderoso pero tímido a la vez ante un mundo que aún no conocía. Lo educamos con esmero, y para alimentarlo el Señor Chaac nos ordenó traerle el kauil (maíz) desde la Montaña de los Venados; así, por largo tiempo, convivimos hombres y jaguares, junto con todas las criaturas, en un reino de armonía, sorpresas y abundancia.

Vino la Era del Fuego, se desataron los volcanes y con ellos las pasiones. Pocos podían controlar tanta energía corriendo por su sangre. Entonces se rompió la Santa Alianza Universal en una escena de celos y ambiciones. Un día uno de los nuestros mató a un hombre. Nunca jamás se había visto el terror de la muerte, el odio y el miedo, terror que contaminó a todos, acabándose así aquel paraíso de amor. Vino la venganza, ataques y contraataques. Perdimos muchas tierras, se acabó el imperio, quedamos confinados a pocas zonas en el mundo, donde se ha mantenido una convivencia relativa. Hemos esperado pacientemente este momento a través de los siglos, momento profetizado por nuestros ancestros, la hora del reencuentro y la reconciliación, la Era del Aire, de las Estrellas.

Eres tú la profecía cumplida. Tu padre, por azares del destino sabio, mató al elegido, a nuestro nieto, destinado a unir, iba preparado para procurar un primer acercamiento, y el anuncio fatal se cumplió. Encarnaste luego como humano, y te envolvieron tus padres en tu propia piel felina. De esa manera iba a cumplirse el reencuentro, el acercamiento, con muerte y vida, y no con palabras. Así, oh Voluntad del Cielo, viniste a nosotros… Debes recordar. ¿Recuerdas, nietecito?
Me es difícil pensar en eso , abuelo. ¿Cómo recordar?
Pronto, vamos al Corazón de la Tierra, replicó el shamán.

Se encaminaron a una oquedad en el cerro, la llamaban la Boca del Rey Jaguar. Bajaron a una gruta profunda. El brillo de los cristales incrustados en las paredes, iluminaba los corredores. Entraron los cuatro a una pequeña sala inundada por un resplandor verde esmeralda. Los abuelos entonaron un lúgubre canto adormecedor, y el joven, en un estado mental de transparencia, contempló cómo la Tierra se achicaba más y más, desde lejos era un pequeñísimo electrón, y el sistema solar un átomo; su ojo interno se adentró en su cuerpo, navegó por ríos de agua roja, cayendo en cascadas, subiendo en nubes cálidas, atravesaba desfiladeros, selvas, lagos, un girar incesante que se hacía música y canto; un canto que dio paso a un gran rugido de jaguar al llegar al pecho y enseguida al hermoso tam tam interminable de un tambor maya; sus ritmos e intensidad variaban, invitaban a danzar; girando y girando, su cuerpo crecía enormemente, sus átomos se convirtieron en sistemas solares, y en alguno, en un átomo de su cuerpo, vuelto sistema solar… ¡vio un pequeño electrón devenir una Tierra igual que la nuestra…! Despertó agitado y asombrado de su cuerpo y sus misterios.
Pero su mente siguió girando, como un furioso huracán, que la empujó hacia una selva en llamas. Vio a su padre humano morír por el fuego que provocó el rayo en la aldea, su madre, corriendo a buscarlo desesperadamente, para encontrarlo muerto; enloquecida de dolor y miedo, sin acordarse de su hijo, huyó con los supervivientes, para morir a los pocos días. Luego se vio nacer como jaguar en una noche de lluvia, en el instante del parto un rayo inundó la cueva iluminándola; por eso el shamán vio cumplida en él la profecía y lo preparó para el reencuentro, que se cumplió inesperadamente, cuando el hombre que lo mató le tocó ser su padre… El jaguar de piedra abandonado en la aldea destruida, parecía hablarle, pero él no entendía, no alcanzaba a escucharle.

En eso terminó el canto de los abuelos, y el joven recuperó su conciencia, lloró y se abrazó a los tres. El shamán sentenció:
No hay tiempo qué perder. Sigamos penetrando y profundizando.

Los abuelos regresaron a la superficie. Los dos intrépidos peregrinos bajaron ágilmente entre piedras agudas, corrientes espumosas y cascadas, hasta penetrar a la siguiente cámara. Los cristales la inundaban de un azul intenso, espléndido, parecía un cielo que se reflejaba en el agua cristalina del piso como una alfombra tenue, vibrante, musical.

Entremos al agua, indicó el shamán, sumergiéndose de un salto. Pero Balam Chaac rebotó sobre el manto de luz azul, golpeó su cabeza contra una roca saliente, e inconsciente cayó suavemente sobre el manto azul; lento, muy lento, el agua lo atrapó y se fue sumergiendo hasta el profundo fondo. Un grato sueño lo invadió; era un pececillo nadando entre muchos, jugueteando todos con remolinos y corrientes; un coro dulce, suave, brotó de sus gargantas. Empezó a revivir en su memoria un mundo acuático, continentes sumergidos, algo pugnaba por brotar entre las brumas de su mente. Súbitamente, el canto coral se tornó en un rugido ensordecedor, todo se oscureció; estaba siendo devorado por un pez muy grande. La desesperación lo despertó; tragaba agua por la nariz, se ahogaba. Moría en los dos mundos. Los segundos se hacían eternos, el tiempo parecía detenido. Mientras más pugnaba por sobrevivir, más dolorosa era la agonía.

No quiero morir, rugió el jaguar humano. La corriente lo arrastraba. En su estertor, se vio convertido en el pez grande. ¡Qué alivio! ¡Podía respirar! Contemplaba otra vez el pasado, por fin podía oír al jaguar de piedra:
Soy vocero de tus ancestros, su palabra quedó registrada en mis moléculas sensibles, partículas imantadas que guardan el legado de las edades. Somos las piedras esfinges que contemplan el desfile de los tiempos y los espacios, escenarios de incontables formas y desenlaces. Fui tallada por tus antepasados para enlazar las Eras y los ciclos culturales, para que los pueblos no olviden, no pierdan la memoria ancestral, no se extravíen en los vericuetos de los razonamientos, lejos del origen, de la raíz, del propósito del vivir, no se vuelvan otra vez hombres de madera vueltos Coy (mico) o de barro, inútiles para caminar hacia la meta real, la ley los destruiría. Los sacerdotes desde el momento en que fui tallada hasta que bajó Canhel relampagueando, enviado por Kinich Ahau, me alimentaban y rendían culto. No por mí, que vivo del alimento del cielo y de la tierra, sino para mantener su memoria viva, el mandato, la ley, la palabra, claras ante los ojos de su espíritu. Ahora estoy abandonado, olvidado entre la maraña de la selva devoradora y exigente. Me necesitas. Te espero. No dejes que me borre, que el registro de tus honorables antepasados desaparezca para siempre. Ven, en nombre de tu linaje. Aguardo por ti, nada espero de los demás. Es la hora del retorno.

En sus espejismos vio al Hombre-Pez del comienzo, cuando se gestaba la vida en la matriz de la Madre Tierra, que es el océano, que entonces, cuando no había tiempo, lo cubría todo. ¡Cuántos recuerdos guardaba su memoria antigua! Bien decía la abuela, "la mente todo lo refleja y lo contiene". La conmoción lo despertó. El shamán comprimía su espalda, el agua corría por su nariz. Rugió el jaguar shamán:
Venciste la prueba del agua. Otro velo ha caído de tu frente, ventana de tu mente. Prosigamos.

Bajaron aún más, trotando y saltando sobre los obstáculos y barrancos. Entraron a otra cueva iluminada por un río de fuego líquido, procedente del corazón del volcán. Enfrentaban el elemento más temido por las fieras, el fuego. Pero el shamán estaba entrenado, la vida le había enseñado las estrategias de supervivencia, y sabía cómo respetar al Señor de la Llama, cómo no ofenderlo, cómo hacerle ofrendas gratas a su espíritu. El techo de piedras cristalinas que colgaban, se iluminaba con el resplandor del río ígneo, y con los destellos surgían fantásticas figuras danzando entre esas estalactitas.

El calor era insoportable, pero el shamán condujo a su discípulo a un rincón de la sala por donde corría una corriente de agua fresca, allí se metieron para protegerse del intenso calor. Las imágenes danzantes se abalanzaron sobre ellos, una frenética danza los embargó, ascendían y descendían impulsados por remolinos de luz, giraban junto con los seres fantásticos, que parecían lenguas de fuego. Los dos aventureros del espíritu entraron en un vértigo alucinador, su imaginación desbocada empujó atronadoramente las puertas del Tiempo Ancestral; el Anciano de los Días corrió a cerrarlas, pero se vio envuelto en el tropel de danzantes, y entonces los pastoreó hacia un paraje desolador. A la distancia, volcanes en erupción convertían hermosos paisajes en cenizas ardientes, lamentos y alaridos.

Hacia los dos jaguares se abalanzaron ardiendo en llamaradas de odio, un hombre perseguido por un jaguar. En ese instante estalló el volcán, y en la gruta las imágenes danzantes se tornaron en antorchas ardientes. El dolor de sus cuerpos calcinándose los hizo dar un salto monumental hacia el alto techo, agarrándose de los cristales colgantes. El río de fuego inundó todo el piso, el agua fresca hervía, el vapor cálido ahogaba sus gargantas. Pegados al techo como acróbatas, sobrevivían gracias a una corriente de aire fresco que corría por lo alto. Rugió el espíritu del volcán, Itzam Cab:
Ustedes que han osado desafiar el secreto del Corazón ígneo de la Madre y rasgar el velo del Tiempo, deben responder ante el Consejo la razón de su intrusión.

Súbitamente todo se transformó. Una esfera giratoria de fuego vivo, que pulsaba como un corazón, ardía en el centro de una sala rodeada de grandes columnas de cristal, que parecían danzar al reflejar el resplandor de la esfera con destellos multicolores. Alrededor, en círculo 12 seres revestidos de fibras luminosas que ondulaban suavemente, los contemplaban con miradas interrogantes. Del techo surgió una voz profunda:
Que declaren los audaces retadores. Al fuego.

Una fuerza invisible los empujó hacia la esfera. Sin darse cuenta cómo, ya estaban dentro de ella. Era un fuego fresco, grato, hasta seductor. Por sus pies y sus huesos fueron ascendiendo serpientes de energía radiante, hasta quedar transformados en teas ardientes de ese fuego sin calor, que les transmitía a sus corazones un amor vigoroso, renovador, aromático.
Declaren, repitió la voz en lo alto.

Iba el shamán a hablar, pero en ese instante sus cuerpos empezaron a vibrar fuertemente, convirtiéndose en cristales transparentes, sus cerebros y corazones se abrieron para dar salida a pensamientos y sentimientos, sus más íntimos deseos y recuerdos, todo quedó descubierto ante el Consejo, que en silencio tomaba nota. Luego someten la declaración de ambos a consulta, el murmullo se torna canto, que termina en una sentencia inapelable:
¡Confiesen!
Sus cerebros parecían estallar. Se abrían las compuertas hacia otros tiempos. Desfilan las edades, se ven involucrados sucesivamente entre seres marinos, anfibios, reptiles, culebras, fieras, aves. Identificaban sus encarnaciones prehumanas, hasta grandes árboles, hierbas, rocas, montañas, océanos, habían sido morada de su esencia. Cayeron extenuados. Impresiones encontradas, estados absurdos y a la vez reales. Ahora no sabían quiénes eran, habían perdido su identidad habitual y la lejana. ¿Quién soy, qué soy? Se preguntaban…
¡Identifíquense! Sentenció el Consejo con voz atronadora, que luego se continuó en el batir rítmico y en crescendo de un tambor retumbante.
Sus cerebros se acompasaban a ese ritmo, parecían danzar en círculos ascendentes por las esferas del tiempo. Cada uno se vio como uno de los 4 Ahauab Balam escogidos por el Fundador. En su mente, recuerdos desordenados se van entrelazando como las cuentas de un collar. Sus corazones se abrieron para captar la inmensa tarea que a través del oleaje incesante de los ciclos habían venido cumpliendo y que debían continuar. Se vieron abrazados a una multitud de almas postradas ante el Dador de la Vida. Al morir como jaguar para renacer como humano, el destino le daba poder al joven Balam Chaac en ambos mundos para contribuir a unirlos y así restablecer el Jardín original, mundo de convivencia salido de las manos del Creador en su plenitud de belleza y esplendor. Del pecho de ambos brotó un clamor de perdón, una oración suplicante de amor y veneración. El jaguar shamán se contempló sumergido en el tiempo uno, desfilando a través de las edades, especies y cuerpos; siempre curando, guiando, aconsejando, gobernando a veces, perseguido otras, pero siempre sosteniendo la pureza de su corazón, la unidad de su esencia en medio de la diversidad de rostros y mundos; esa perseverancia era su credencial para participar en la gran obra de reconciliación.

El terror de las edades oscuras y la dicha de los tiempos de luz, la sucesión confusa de rostros mortales, las espirales ascendentes y descendentes de las energías vitales y cósmicas, todo en la pantalla de sus mentes cobraba un sentido profundo, deslumbrante, sobrecogedor. El transcurrir del tiempo en los escenarios del espacio, esa continuidad de la vida sin muerte, esa unidad de los tiempos sin fronteras, esa presencia permanente del Dador de la Vida, Testigo de esa danza incesante en las espirales del calendario… ¡Sí, la vida tenía un propósito único, había un plan desde antes del origen, para toda la Creación…! ¡Y ellos dos habían luchado juntos en muchos desafíos a lo largo del fluir de los tiempos!
¡Has vencido la prueba del Fuego, amigo! Rugió el jaguar shamán entre risas de alegría.

Se hizo un silencio transparente, místico; la esfera giró, y quedaron frente a una montaña rocosa, tallada con grandes surcos rectos por la acción del viento y de la lluvia. Era la cara de un inmenso jaguar, su boca abierta daba acceso a una oscura caverna. Resultó el rostro vivo del Rey Jaguar, que iba a entregarles su mensaje:
Valientes caminantes, sean bienvenidos a mi palacio de piedra. Llegan como medicina para estos tiempos de gentes débiles, atadas a las comodidades, hacinados entre ruidos, humo y animales de metal sin vida. Frágiles, enfermos, consternados, incapaces de ser felices, pobres en medio de sus posesiones, ignorantes del arte de vivir, con una ciencia dedicada a negocios, guerras y dominación, ciencia carente de las alas del espíritu, olvidados del poder del jaguar. Pero pronto, queridos Guerreros, brillará de nuevo nuestra estirpe. Serán ustedes vanguardia de un linaje altivo y generoso que escalará cumbres de cultura, hacia un retorno perfeccionado a las glorias del pasado. Pasado esplendoroso cuyo testimonio lo dan por todas partes las piedras talladas por sabios antepasados como mensaje para las futuras generaciones.

Ustedes, mis Guerreros, llamarán a los escogidos, vanguardia de esas generaciones, para conducirlas al Hogar amado, a la tierra abandonada y olvidada que sanó sus heridas, predestinada por el Cielo como primera morada de la nueva sociedad. Les enseñarán el espíritu del jaguar, el arrojo, la fiereza, la destreza, la autonomía, el triunfo sobre la muerte, esa alegría de vivir de sorpresa en sorpresa, de vivir el hoy sin angustiarse por el mañana; el vigor de cuerpos plenamente desarrollados, con fuego en las arterias, el rugir y cantar con todas las fuerzas, el placer de vivir satisfechos, sin deseos frustrados, inmersos en el esplendor de paisajes maravillosos.

Los instruirán en nuestras artes vitales, en las virtudes de la vida familiar, en el gobierno de la nobleza del corazón, en la audacia de vivir a pleno pulmón. Recuerden que el jaguar, la pantera, el puma, el león, el leopardo, en sus mundos respectivos, representan el fundamento, el pilar, de todo desarrollo y ascensión del espíritu. Sobre esa piedra sólida ascenderá el fuego vital, la serpiente ígnea, por las volutas de las 7 esferas, hasta alcanzar los espacios abiertos del águila, conciencia iluminada y sin fronteras. Pero en tiempos de decadencia, nosotros, los salidos de las manos del Dador de la Vida, no somos más que mercancía, espectáculo, adorno y esclavos para esos tiranuelos enfermos. Al no poder dialogar con nosotros, rompen el diálogo con nuestro Creador. Al carecer de esa lengua, enloquecen y se destruyen entre sí y a su propio mundo que los alimenta. Ustedes, respetables Guerreros, sean antorcha mostrando el camino a la regeneración. Modelen las voluntades e inteligencias que han de formar los nuevos linajes Sí, cuando en su agonía se desaten las sombras tenebrosas queriendo prolongar su tiranía, un mar de estrellas se desprenderá del horizonte, y cuando alcancen la cúspide de la pirámide cósmica, sus luces encarnarán en la Tierra para el combate final hasta lograr la victoria. Entonces, amados Guerreros, será nuestra hora, la hora de los justos, de los pueblos dignos y humildes.

Postrado ante el Supremo Abuelo Creador, les pido acatar el Mandato que han recibido y les brindo mi respaldo para que venzan su última prueba y para que cumplan su cometido. Sigan caminando la Senda del Despertar. ¡Adelante, Hermanos del Fuego Sagrado!
Iban a dar el primer paso cuando la esfera giró rápidamente, lanzándolos a la corriente de agua fresca que los sacó a la superficie, al borde de un saliente de roca, que era como un balcón con una vista espectacular a la selva que extendía su verdor allá abajo. Varios raudales de agua helada que caían de una alta cumbre nevada, alimentaban una gran cascada rugiente que se lanzaba sobre la selva. Para no ser arrastrados por ella, los dos recipiendarios saltaron con todas sus fuerzas, pero sus cuerpos estaban muy livianos, así que salieron volando por el espacio, hacia la cumbre nevada. Era una noche tempestuosa, truenos y relámpagos corrían en todas direcciones, Ik, el viento, los zarandeaba como hojas secas. Remolinos de viento los succionaban, levantándolos hacia la cumbre, empujándolos hacia la selva. Multitud de aves huían por todos lados, buscando refugio.

Estaban a punto de perder el conocimiento, cuando se apareció un águila majestuosa, de grandes alas doradas, que los tomó con sus garras. Se fue elevando hasta llegar a una región serena, transparente, tachonada de incontables estrellas. Planeaba lentamente, pero ellos sentían que estaba inmóvil, que la vida se había detenido. Después de un momento de suspenso, les habló:
El Corazón del Cielo los ha escogido para la misión ya señalada. Los pueblos extraviados deben retomar el Sendero de la Luz, la larga noche de expiación y ensoñación ha concluido. El Nuevo Sol está naciendo entre las brumas y las estrellas. Los Espíritus Celestes les instruirán, ahora y cada vez que lo necesiten. Nunca estarán solos.

Como un canto cristalino surgió la voz de las estrellas, era una cascada vibrante de armonías:
Entrega tu corazón, Balam Chaac.
El pecho del joven reventó, ríos de sangre corrieron hacia las estrellas, cual dedos implorantes, sobre ellos flotaba el Corazón de la Humanidad. Los brillantes rayos estelares parecían navajas de cuarzo, alfileres de plata, operando, purificando, el Corazón Humano; y chispas brillantes caían en los ríos de sangre del joven, introduciendo unas como semillas ardientes.
Se repitió el canto:
Entrega tu corazón, Xaman Balam.

Revienta el pecho del jaguar shamán, su sangre corre en cascadas hacia las estrellas, allí va flotando el Corazón de la Tierra. Se repite la escena anterior. Un dolor profundo los embargaba, el sufrimiento de las gentes se acumulaba en los torrentes de su sangre, pero al llegar a las estrellas se disipaba, y se tornaba en un placer sutil, en un éxtasis misterioso. La sangre, depurada, regresó al corazón y el pecho cerró sus puertas arqueadas. Una lluvia de perfumadas flores cubrió a los dos.

El huracán arrastró el tiempo detenido. El espacio también giró, huracanado. Caían las estrellas. Vertiginosamente fueron transportados por el gran Huracán cósmico.

III: EL HOMBRE JAGUAR ENCIENDE EL FUEGO NUEVO

Amanece en el cerro de los abuelos. Sobre la hierba húmeda y entre flores, yacen dormidos dos jaguares. El jaguar abuelo salta de su cueva y los sacude:
¡Despierten! ¡Ya pasó la última prueba! ¡Deben marchar inmediatamente a la cacería del espíritu!
Todavía con el recuerdo fresco de sus extraordinarias vivencias en los mundos ocultos, los dos Guerreros se despiden de los abuelos y salen corriendo en direcciones opuestas. El shamán hacia el centro secreto de su mundo, la Tierra Prohibida del Rey Jaguar, a recibir instrucciones para el trabajo del Nuevo Sol en los reinos de la naturaleza. Balam Chaac hacia el Reino Maya atravesando el Puente Prohibido, al encuentro con el Consejo del Culto del Jaguar, que ya estaba a la expectativa de su llegada, de acuerdo a las antiguas profecías ya descifradas.

Después de varias peripecias y de vencer los obstáculos que oponían los poderes tenebrosos, cada uno llega a su destino. Cambios en los ambientes naturales, en los climas, en las especies, empiezan a sucederse progresivamente, al irse desglosando los nuevos tiempos. Mientras, los dos mensajeros iban tejiendo su red de aprendices, discípulos y dirigentes.

Desde hace días el Gran Consejo Sacerdotal espera al joven Guerrero, porque el astrónomo mayor había descifrado la vieja profecía calculando las conjunciones Marte - Venus sobre la constelación Balam, observando los fenómenos celestes recientes, así como acontecimientos inesperados en el decadente Reino Maya. "Maestro Jaguar vendrá con el Fuego Nuevo". Hacía 13 años que se venía repitiendo este anuncio en las asambleas del Consejo. La constelación Balam se había desplazado 15 grados en relación a la Serpiente Solar, así que estaba a punto de morder la cabeza de ésta. La pareja Venus - Marte a su vez se acercaba a los ojos del Jaguar celeste, para despertarlo.

El escenario cósmico estaba listo para presentar al Maestro Jaguar, portador de la Antorcha del Fuego Nuevo. Parecía un sueño, un imposible, que regresara después de siglos de paciente espera, que se sacudiera la cultura subyugada de esas cadenas tan pesadas. Pero los anales históricos, los registros de incontables ciclos planetarios y de hechos históricos sincronizados, evidenciaban que debía ocurrir, que el desenlace era inminente. El Señor del Tiempo , Ahau Katun, hacía girar su Rueda. No había error en los cálculos, pero sí un suspenso temible en el ánimo de los Concejales.
Se acerca la noche de Luna Llena. Es el momento preciso, ellos están seguros. El Señor Sol muerde el horizonte. Lo despiden ritualmente. El silencio es imponente. De súbito, un rugido imponente, entre humano y animal, sacude la quietud crepuscular de la selva. Estallan los cantos nerviosos de las aves en sus nidos. Los perros aúllan en los patios de las casas. El Consejo Sacerdotal en pleno se pone de pie, dirige sus manos hacia el Sol moribundo, eleva sus ofrendas de hierbas y copal al Rey de los Cielos en señal de gratitud. Ojo Abeja, el oráculo del templo, anuncia:
Atraviesa el Puente Prohibido tendido sobre el abismo… … Corre por la selva… … Se levanta en dos pies… … Enciende la antorcha… … Llega a la aldea olvidada… … Busca su rostro de piedra entre las ruinas… … Lo abraza… … Olfatea… … Nos busca… … Viene a nuestro encuentro… … Salgamos a recibirle… …

Todos toman sus antorchas y salen en fila hacia el pórtico. Por los surcos de sus frentes desfilan siglos de espera y sacrificios. La emoción es indescriptible. Un suspenso silencioso embarga los ánimos. El lucero vespertino aparece muy brillante al ocultarse el Sol. Un quetzal revolotea en el patio de entrada- Todos miran con ojos desmesurados hacia la selva… Lo que tantas generaciones esperaron sin lograrlo, iba a ocurrir ahora, en un abrazo de los tiempos. ¡Qué privilegio, qué responsabilidad! Así flotaban los pensamientos en el espacio de sus mentes.

Entre la espesura de la selva en penumbras, se ve surgir una antorcha. Estalla el canto sacerdotal:
¡Es la profecía a punto de parir! ¡Es el Maestro Jaguar, es él, el esperado, y no otro! ¡Oh, U Qux Cah, Corazón del Cielo, oh, U Qux Uleu, Corazón de la Tierra! Nuestros corazones derraman sus llamas de amor y gratitud!
Abajo, en la primera terraza de la escalinata, junto a la ceiba venerada, desalojando las penumbras, una antorcha baña con su pálida luz el cuerpo rojizo de un guerrero, de cuya cintura cuelga la piel de un jaguar. El Sacerdote Mayor habla, saluda, acoge:
El niño tomado por Tzantzewal, el Gran Relámpago, retorna adulto, con su piel de jaguar. Así lo dejó su madre antes de morir. El poder del jaguar lo devuelve. El Cielo le dio la Antorcha que guía hacia el Nuevo Sol. Pronto amanecerá de nuevo en nuestras vidas. ¡In Lak'eh, Maestro Jaguar!
Al Lak'en, Honorable Señor, y Gran Consejo. Regreso para cumplir el Mandato del Corazón del Cielo. Pido permiso para entregar el mensaje de nuestros ancestros. Para iniciar la reconstrucción del Reino de Luz.. Para guiar a las nuevas generaciones hacia la cumbre del Espíritu.

Bienvenido eres, Maestro Jaguar, el Gran Consejo te acoge en su seno. Te esperábamos, porque en ti se cumple la profecía en la fecha señalada. Éste es tu Reino que sufre y te espera anhelante. Acatamos el Mandato del Corazón del Cielo con alegría, veneración y gratitud. Entra a presidir nuestros trabajos, he aquí tu bastón, con las insignias de honor.

Lenta y majestuosamente, Balam Chaac, el joven guerrero de 18 años, con la agilidad y suavidad de un jaguar, asciende por la escalinata. En dos filas, seis sacerdotes a un lado, seis sacerdotisas al otro, acogen al mensajero en la antesala del Templo. Los saluda uno por uno, se coloca al centro del círculo sacerdotal, y con flauta y antorcha, ejecuta la danza del Señor Jaguar, Maestro Guerrero. Tambores y sonajas lo acompañan, invadiendo el silencio con una cadencia enérgica, pulsante, cálida. Las antorchas colgadas en las columnas iluminan la escena. Las estrellas contemplan el ritual inicial de un tiempo nuevo.

Enseguida se oye el canto coral de acogida de los sacerdotes, seguido de la Danza del Fuego Nuevo que todos ejecutan, y durante la cual encienden el fuego sagrado de la profecía cumplida. Y a lo lejos, en la plaza central de la ciudad, la gente se va reuniendo, motivada por el eco de cantos y danzas procedentes del templo, presintiendo que algo grande, importante, estaba ocurriendo en esa noche estrellada. Sí, por primera vez se oía la Danza del Jaguar a esa hora. ¿Y ese canto coral? Nunca se había escuchado. Y ahora una danza que, según los viejos, solo se realiza cada 52 años…
¿El Mensajero anunciado…? ¡Ha llegado! ¡La profecía! Gritó alguien… Y se corrió la voz entre la multitud. Juntos, avanzan lentamente y en suspenso, nadie habla, solo las antorchas irrumpen en la quietud nocturna. Van precedidos por estandartes e insignias portadas por los miembros de los Consejos de Gobierno.

En el santuario del templo, todos se sientan en círculo. Maestro Jaguar los contempla uno a uno, asombrado ante un mundo desconocido que ahora le pertenece y se le postra. Ahora ya se oyen las pisadas de la gente por el sacbé. Ojo Abeja anuncia:
Es la Palabra del Cielo que llueve y truena.
Es el Consejo que canta y toca en su honor.
Es el pueblo que acoge la Palabra florida.

El pueblo respetuosamente se detiene en el patio arbolado. El silencio es imponente. Hay expectativa y esperanza en las miradas. Con un gesto, el guardián del templo los invita a subir. Ascienden descalzos y callados. El vocero del Consejo les dirige la palabra:
Hermanos, la profecía es cumplida. El Mensajero ha llegado a esta hora tan anhelada. El Maestro Jaguar anunciado entregará el mensaje del Corazón del Cielo y todos cumpliremos el Mandato para el bien común.

El Consejo canta y toca la música de apertura ceremonial de la asamblea general. Luego, el Sacerdote Mayor hace la presentación del Mensajero, y enseguida éste se dirige a todos:
Regreso después de 13 años de ausencia y de siglos de preparación, acatando el Mandato del Cielo. Soy el Guerrero Jaguar, investido como Mensajero Formador Cultivador. Vencí, oí y abrí mis ojos en la Caverna de los Antepasados. Mis padres y abuelos en el Reino del Jaguar les saludan con amor, entregándome en vuestras manos con toda su confianza. El Corazón del Cielo les comunica:…
En ese instante Tzantzewal trazó un río luminoso por lo alto del cielo, de este a oeste, seguido de tres truenos que hicieron temblar la tierra; la gente se postró y los sacerdotes elevaron sus brazos al cielo.

Hijos, pueblo mío, la luz de mi corazón acompaña al Mensajero. El trueno de mi voz se hace rugido en su boca. El jaguar celeste se torna terrestre en el fuego de su corazón. Él instruirá a los fundadores de mi Nuevo Sol en la Tierra, junto con los sabios ancianos. La Orden de los Señores Jaguar llevará por el Norte y el Sur la sabiduría perenne, para la formación de sus pueblos. Todos están llamados a retornar al Hogar Original. Es mi Mandato.

Otro relámpago atravesó de Norte a Sur, seguido de tres truenos. Empezó la fiesta ritual, que duró hasta media noche. Al amanecer todos se reúnen en el patio ceremonial para la gran ceremonia del encendido del Fuego del Nuevo Sol, al enviar el astro rey sus primeros rayos desde el horizonte. El Consejo de Gobierno del Reino presenta sus palabras y ofrendas al Corazón del Cielo, al Mensajero, al Consejo Sacerdotal. Le sigue el Consejo de Gobierno de la ciudad, el Consejo de Educadores y el Consejo de Sanadores. Se realiza el ritual de invocación de los Regentes del Cielo y de las 4 esquinas de la Tierra.

El Maestro Jaguar pide a la asamblea peregrinar al siguiente amanecer en busca del Enlazador de los Tiempos, el jaguar de piedra abandonado en la selva cercana, por ser testigo del paso de las edades y memoria viva de los antepasados, que servirá de cimiento para el futuro hermoso; solicita que se construya la escuela monástica para educar a los jóvenes en las artes del jaguar celeste y terrestre para que sean educadores de los pueblos; y finalmente, da las señales del Nuevo Sol para que se efectúen los cambios que permitan resurgir con vigor la cultura permanente, la que enlaza el corazón del Hombre con el Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra. La asamblea aprueba unánimemente y por aclamación estas propuestas, y los Consejos toman las primeras medidas para ponerlas en ejecución. Parten los corredores con antorchas para encender el Fuego Nuevo en las ciudades principales, para luego arder en los hogares y templos.

Al amanecer del siguiente día salen todos en peregrinación para recuperar el jaguar de piedra, encabezados por el Maestro Jaguar y los Consejos. Él los conduce al sitio donde se encontraba, de pie sobre la plataforma derruida, y oculto por la vegetación, entre los restos de su aldea natal. Se lo purifica y consagra, y se le conduce ceremonialmente al templo, mientras se construye su nueva plataforma. Al partir el Señor Sol a su mansión nocturna, se lo entroniza con ritos y fiesta, dando gracias a Hunab k'u por sus bendiciones. El Sacerdote Mayor anuncia que queda restablecido el sacbé de los tiempos para retornar a la sabiduría perenne y al vigor del hombre verdadero, dando así el primer paso para reiniciar la Orden del Jaguar.

Ahora quedan rodeando al jaguar de piedra en círculo protector, solamente el Consejo Sacerdotal acompañando al Maestro Jaguar. Se realiza el ritual de invocación de los ancestros para poder leer en ese código pétreo el legado de los antepasados; sus ojos y dientes brillan reflejando el resplandor del fuego sagrado. El retumbar profundo y suave del gran tambor ceremonial sacude los cerebros, estimulando la zona auditiva en su campo de percepción sutil, y hacía vibrar al jaguar de piedra. De pronto, su pectoral finamente labrado en una placa de piedra, se cae, dejando al descubierto un corazón de rubí que parecía encendido al reflejar el fuego. En ese estado de clariaudiencia, todos oyen la voz grave del jaguar:

Venerables Hermanos del tiempo nuevo, fieles guardianes de nuestra preciosa herencia, por mandato del Cielo y en presencia de su Mensajero anunciado, les entregamos esta joya preciosa de nuestros corazones. No siendo ya necesaria nuestra vigilancia en esta mansión pétrea, partiremos a renacer nuevamente, después de siglos de sacrificio. Vencidos los poderes oscuros, quedan ustedes responsables de sacar a la luz estos tesoros de nuestra sagrada tradición milenaria, para alimentar a los seres del Fuego Nuevo hasta restablecer la Santa Alianza Universal en todas las esferas del tiempo y del espacio. Este corazón de rubí estará expuesto ante los Señores Jaguar en sus meditaciones, para que sigan recibiendo la voz de la sabiduría inmortal.

El primer tesoro guardado en el corazón del jaguar es la visión esmeraldina. El prodigio de saber leer las sagradas escrituras de la naturaleza y de los astros, rastrear el génesis de la vida y del ser, el sentido de la existencia, en esos códices del Gran Abuelo Creador.

El segundo es la boca de jade, gruta de acceso a los misterios ocultos en el tiempo y el espacio, alimentarse de la carne y la sangre del Corazón de la Madre, néctar divino; así nutridos, surgirá la Palabra sagrada y se hablará el idioma verdadero, que conduce al supremo Bien.

Tercero, el corazón de rubí ardiente, el amor genuino que se expande en una felicidad incondicional e ilimitada, que hace del dolor una fuente de purificación de las pasiones, disolviendo las sombras que enferman el alma.

Cuarto, las orejas de oro, que oro puro es el silencio interior, silencio elocuente, musical, donde resuena la voz de las edades y las esferas dimensionales, revelación del Dador de la Vida, canto que ilumina nuestro caminar y disipa los ruidos de la ignorancia; y entonces brotará el canto de ofrenda, gratitud y entrega del corazón.

Y así, contemplando este cofre ancestral, irán encontrando los restantes tesoros, que moran vivos en el cuerpo: nariz (el aliento vital), manos (creatividad y lenguaje), pies (recorrer la senda), calavera cristalina (santuario de la inteligencia), piel (abrazo que une, receptor y emisor de las ondas de amor y alegría); y los tesoros que moran en el mundo: comunidad, reino natural, reino celeste, rueda de los tiempos, presencia del Gran Espíritu que todo lo llena, sostiene y alimenta.

La Orden del Jaguar, restablecida en este Nuevo Sol después de siglos de ocultamiento, ha de velar por estos tesoros del espíritu, y transmitirlos a los discípulos preparados para fundar la civilización que continúa la oleada de civilizaciones antiguas, que fueron hermandades de paz, comunidades abiertas hacia los cuatro rumbos, sin fronteras. Queda así respondida vuestra invocación. ¡Ahau!
De inmediato, se lleva a efecto el ritual secreto del nuevo nacimiento de la Orden y de la Iniciación del Maestro Jaguar como Autoridad suprema, ritual que se prolonga durante 5 noches, invocando los poderes sagrados de los 4 Rumbos del universo, y del centro, lugar de los 3 Corazones. Y durante el día, se hacen las ceremonias de purificación, consagración y dedicación del monasterio y del terreno donde ya empezaban a edificarse sus primeras estructuras, de acuerdo a los planos de los arquitectos y astrónomos.

Grandes celebraciones sucedieron a este acontecimiento en todas las ciudades y pueblos del Reino Maya, donde las gentes, adormecidas durante el letargo del tiempo oscuro, sacudieron así su modorra y se dispusieron a participar con entusiasmo en la reconstrucción de un mundo de bienestar, paz y sabiduría para todos. Se empezaron a seleccionar niños y jóvenes capaces de entrenarse en las artes y ciencias de la Orden: la salud vigorosa del jaguar, la alquimia de la serpiente emplumada y la mística del águila y el quetzal.
Su vida de jaguar durante 13 años, la iniciación en los mundos ocultos y los recuerdos claros de su primera infancia, le facilitaron a Balam Chaac el adaptarse a esta nueva existencia. Traía un vocabulario especial y sonidos de poder, que le permitían transmitir el espíritu de la nueva edad. La primera promoción de postulantes, procedentes de los cuatro rumbos del reino, empezó a adiestrarse en el Monasterio de las Ranas Amarillas, así llamado por estar a la orilla de la laguna transparente poblada por ranas amarillas que entonaban extraños cantos al salir y ponerse el Sol, provocando así una fina lluvia o rocío que perfumaba el aire.

IV. MAESTRO JAGUAR ENTRENA A SUS DISCÍPULOS

El Consejo de Gobierno del Reino anuncia la reconstrucción de ciudades y centros culturales abandonados, y la fundación de otros ubicados en las nuevas rutas de energía telúrica que iban surgiendo a medida que la naturaleza se transformaba en respuesta a las pulsaciones cósmicas. Maestro Jaguar convoca a los jóvenes a prepararse para el renacimiento cultural. Correos parten en todas direcciones llevando las instrucciones a toda la población. Las gentes aceptan el desafío, y el entusiasmo y el ímpetu del trabajo creador para el bien común contagia a todas las edades. Renace la confianza motivada por un mando consciente, atento a los dictados del Corazón del Cielo y de la Tierra, y al servicio de la población sin discriminaciones odiosas.

Cada año ingresa un contingente juvenil a entrenarse en el selvático monasterio, bajo la guía del Consejo de la Orden, presidido por Maestro Jaguar. Los que egresan, convertidos en Guerreros Jaguar, recorren el Reino como abanderados del nuevo ciclo solar. Encargados de la educación de niños y jóvenes, contribuyen a modelar las nuevas formas sociales de gobierno, familia, economía, culto y vida comunitaria. Para ello se retoman las bases antiguas, con la actualización requerida por las energías del nuevo tiempo.

El jaguar es el emblema que guía el desarrollo de la sociedad y la formación de la juventud. (Ver apéndice 3). Las pirámides derruidas son reconstruidas y agrandadas, adecuándolas a los nuevos ritos. Las ofrendas al Jaguar de Piedra mantienen viva en la conciencia la continuidad de esta sagrada tradición a través de épocas positivas y negativas, reforzando así los valores culturales heredados. La estrategia del jaguar permite el aumento de la población y la expansión de las fronteras del Reino, a través de relaciones pacíficas con los estados vecinos y lejanos, interesados también en este renacer cultural. La universidad monástica acoge estudiantes venidos de otras tierras, y su fama se extiende por todas partes.

El objetivo de la educación se dirige a desarrollar el vigor total de la naturaleza humana según la edad del candidato, vigor acrecentado aún más gracias a las técnicas del jaguar aplicadas a los tres niveles: vital, emocional y mental en procura de la plenitud espiritual. Esos tres niveles están entrelazados y se representan así: estómago, corazón, nariz; ingestión, asimilación, expansión; Luna-Tierra, Venus-Marte, Mercurio-Sol; jaguar, serpiente, águila . Luna-Tierra rigiendo la agricultura,, alimentación, asimilación, salud, medicina, deportes, etc.; en todo se aplican conocimientos ocultos. Venus-Marte rige los sentimientos, emociones y pasiones, la vida social y familiar, el servicio y vigilancia del bienestar social; las artes, como canto, danza, poesía, teatro, pintura, idiomas, cultivo de la felicidad permanente; prácticas que exigen un corazón sano y fuerte, una sangre limpia, una irrigación intensa de todo el organismo. Mercurio-Sol rige las técnicas respiratorias, desarrollo de los sentidos, meditación, concentración, éxtasis, viajes, oratoria, gobierno, mando, desarrollo del carácter, de la memoria ancestral, de la voluntad, táctica y estrategia, vencer el miedo a la muerte, aprender la sabiduría de los ambientes naturales, como selva, desierto, montaña, mar., cultivar la libertad interior frente al destino exterior. Los 3 niveles se imparten conjuntamente y en forma gradual en los cursos anuales con sus entrenamientos intensivos, tanto en la naturaleza como en la sociedad. La vida familiar es exaltada, y la educación no se limita a lo sexual sino a todos los aspectos de la vida afectiva, tanto de pareja como respecto a la sociedad y al mundo.

La prueba final para aprobar el primer nivel se denomina La Cacería del Jaguar, y consiste en el acecho del jaguar, su persecución, su captura vivo, y por último, abrazarlo, marcarlo y soltarlo. Además, en el monasterio, que es a cielo abierto y no un claustro, se crían cachorros para practicar la convivencia con ellos, estudiar su desarrollo y comportamiento, así como su lenguaje, y además para ejercitarse en los deportes y ejercicios físicos de los estudiantes. Cuando se hacen adultos son liberados. En el monasterio enseñan y estudian tanto hombres como mujeres, pues en la sociedad maya no existen conflictos, abusos o discriminación por motivo de sexo. Los jóvenes son preparados en el arte de amar, la ciencia de los sentimientos, la mística de la amistad, y para que al formar un hogar sus hijos sean encarnación de espíritus avanzados, que por tanto deben nacer en fechas predeterminadas por los sabios astrónomos. El monasterio es al principio como un campamento, adjunto a la Montaña de los Soles (pirámide) y a un paso de la selva virgen. Pronto contará con sus edificaciones, patios, jardines, juego de pelota, bosque de meditación, todo lo necesario para ejercitar la fortaleza física, mental y espiritual de los futuros Guerreros defensores de la cultura.

Cada año se celebran torneos públicos, donde los estudiantes y graduados demuestran sus habilidades y enfrentan a quienes los desafían, procedentes de lejanas regiones y escuelas. Allí se evalúan sus logros y se les escoge para diferentes misiones.

V: LA FILOSOFÍA DEL JAGUAR

El Hombre de Amerikua (la América Ancestral) siempre aceptó que la Tierra toda es su escuela, y que la naturaleza y el cielo son libros abiertos a la inteligencia y el corazón, para caminar consciente y plenamente por la vida. Toda su cultura gira en torno a ese eje motivador, norma fundamental de la sabiduría perenne. Esta postura inamovible estimuló el desarrollo de la llamada cultura permanente, la que nunca muere ante el devenir de los tiempos, la que armoniza el Corazón de la Humanidad con el Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra.

Las imágenes tomadas del cielo y de la tierra, sirven de tótem, de emblemas representativos de ese postulado central y de las diferentes formas que toma la realidad. Ésta es mágica y comunicativa, se puede dialogar con todos los seres vivos, desde las piedras y plantas, hasta las aves y los astros, todos son elocuentes para el maya, su mundo es uno de diálogo sostenido, aún con otras dimensiones del universo . Su calendario da las pautas para vivir al compás de los ciclos grandes y pequeños de los astros y las estaciones, del movimiento diario de la Luna y la posición angular del Sol hora tras hora. Nada escapa a su mente investigativa y experimentadora.

Su sociedad es un espejo vivo de los movimientos estelares, de las danzas cósmicas de esos grandes señores y señoras, un reflejo vibrante y humanizado de la vida de la naturaleza y de sus especies. El tiempo lo concibe y lo experimenta como una unidad sin barreras, un río sin represas pero sí con cascadas y lagos, ve la continuidad sin fronteras entre pasado, presente y porvenir; un incesante retorno, no retroceso, de las grandes edades a través de espirales ascendentes y descendentes de esa energía o materia prima llamada "tiempo", representada en el Huracán (Hun Ra Kan) ("Un Pie", "Corazón del Cielo"), en su triple manifestación: 1º., Caculhá Huracán: El Rayo de Una Pierna, 2º. Chips Caculhá: El Rayo Más Pequeño, y 3º Raxá Caculhá, Rayo Verde, o Rayo Muy Hermoso. El espíritu humano transcurre por todos los niveles de la gran pirámide del universo, representada en la Montaña Sagrada. Piedra, árbol, insecto, fiera, ave, estrella, todas las formas, son grados condensados de conciencia. El Hombre encuentra su centro al evocar el Génesis y el Apocalipsis, el principio original y la meta final. Del Sol a la Estrella pasando por la Tierra y la Luna…

El jaguar es el tótem o emblema de la Madre Tierra y a la vez de la respuesta correcta al desafío que el hombre enfrenta en el mundo para lograr su plenitud. Así, el jaguar representa plenitud total, fortaleza, suavidad y fogosidad, vigor y astucia, callar y rugir, ver, oir, olfatear, todo con sagracidad, los 5 sentidos en estado de alerta. Ajustar la vida a los ritmos naturales y cósmicos. Entonces, representa al Hombre en la cúspide de su vigor, arrojo, firmeza de carácter y vitalidad corporal, libre de debilidades, quejas y tibiezas, con una visión clara de su destino, sin vacilaciones ante los altibajos de la vida. Implica ese ideal el estudio del calendario y el cultivo de las capacidades y habilidades para la supervivencia física y espiritual; convivir, compartir, un corazón fuerte pero sensible al amor en sus diferentes expresiones . Para ello se encienden los 3 Fuegos del Jaguar: el Fuego del Ser (conciencia de la individualidad), el de la Audacia y el Mando (conciencia de la responsabilidad) y el de la Visión cósmica de la existencia (conciencia de la integración universal, la suprema concentración o mente identificada con el Todo, Libertad total.)

Entre las técnicas del jaguar que se practican en el monasterio están: el arte del acecho y la persecución (de un objetivo cualquiera), la caminata silenciosa (para no provocar reacciones y no perturbar el mundo), correr, trepar y nadar con soltura, sin tensiones que provocan el desgaste inútil de la energía; desarrollo de la capacidad auditiva, visual y olfativa, además del callar y el rugir, para encaminarse hacia el propósito deseado; la técnica del descanso completo en momentos breves y periódicos para reponer la energía vital. Entre las artes figuran la danza, el canto, los instrumentos musicales, los juegos, deportes y artes marciales. Un ejercicio interesante para el desarrollo mental consiste en la lectura de los jeroglíficos mayas, chinos y egipcios contenidos en la gran cabeza olmeca de piedra, así como la meditación ante los llamados ahora Atlantes de Tula, gigantes estatuas pétreas. Las leyendas, historias y observación del jaguar en su habitat, estimulan la imaginación de los estudiantes y los motivan para lograr esa fortaleza que llaman los mayas el vigor total. El alimento es estrictamente seleccionado, fresco y natural, sin cocción ni artificios que destruyen o disipan su energía, su vitalidad, y la salud en todos sus niveles se cuida y cultiva a diario. Lograda la vitalidad plena del Guerrero Jaguar, la formación continua con el entrenamiento del Venado y la Serpiente Emplumada y culmina con el Vuelo del Águila y el Quetzal, de lo cual se tratará en la próxima leyenda: El Sacrificio del Guerrero Jaguar. (Véase L. Sejourné, ob. cit., figs. 30 y 31: Señor Águila y Señor Tigre con sus emblemas; son frescos teotihuacanos.)

Así termina este cuento, inspirado en las figuras que observé en los relieves naturales e irregulares de las paredes de un cenote, que en mi mente se reunieron para constituirse en un flujo de ideas que fueron tomando forma literaria sobre el papel durante los diez días de permanencia en la península yucateca. Algunos términos mayas, las notas al pie de página y los apéndices, los agregué posteriormente, para documentar o confirmar lo que vino a mi espíritu. El cenote se encuentra en los terrenos del Centro Naturista Moo - Ji, regentado por la curandera maya, y doctora en medicina, Ana María Moo, en las afueras de la ciudad de Mérida, Yucatán, donde participé en su seminario de una semana, en agosto de 2002. A ella expreso mi gratitud por sus enseñanzas sobre jugoterapia y regeneración celular como claves para una salud integral y para curar las enfermedades graves y rejuvenecer. Un tesoro de la cultura maya a nuestra disposición gracias a su entrega al servicio de sus semejantes.

Adjunto a continuación un extracto de la página Web de Don Félix Poot Chuk sobre la Energía de 5ª Dimensión que aclara admirablemente la postura maya ante lo humano y lo divino.

Sat-Arhat Titolopochtli, Lcdo. En Educación, Domingo Días Porta
ddpmais@amerikua.com

Apéndice 1
HUNAB KU
"La Fuente Dadora de la Vibración Universal"
LA ENERGÍA DE QUINTA DIMENSIÓN

Es la energía que activa el pensamiento del hombre, pensamientos positivos a nivel inventivo, haciéndolo un ser creativo. Es la energía que puede proporcionar células nuevas por células viejas cansadas, y así dar una vida eterna. Allá en los albores de la Era, cuando se dio el auge de edificios en forma de pirámide por todo el mundo, los mayas le dieron nombre a esta energía, la llamaron HUNAB KU. Pero HUNAB KU no es persona, es "La Fuente Dadora de la Vibración Universal", lo que se conoce también como DIOS.

Esta energía, cuando llega al hombre y al no ser comprendida de otra manera, recibe el nombre de AMOR, que es la ENERGÍA TRINA del Maya, sin la cual no se puede llegar a la ENERGÍA DE QUINTA DIMENSIÓN o HUNAB KU… … EL AMOR o ENERGÍA TRINA es la puerta que se abre para entrar en lo Divino, en lo Puro, en lo Perfecto.

ENERGÍA TRINA (positivo, negativo, neutro) en Maya se dice JUN TIITZ CAAN, JUN TIITZ MUK, JUN TIITZ COGOL MUK, que para la Tradición Cristiana sería la Santísima Trinidad. (Por Don Félix Poot Chuk, Anciano Maya, Heredero del Saber Ancestral.) (http://mx.msnusers.com/SABIDURIAYMISTICISMOMAYA)

Apéndice 2

"Esa noche, mientras dormía, soñé que una anciana dama jaguar moteada me retenía entre sus garras, a la vez que me lamía la cara con su enorme y rasposa lengua. Entre lametón y lametón a mi llorosa cara, murmuraba secretos a mi oído con un rugido sordo parecido a una tormenta lejana. Me comunicó conocimientos y la esencia de mi destino por estrenar. Me desperté temblando y feliz en medio de uno de aquellos lametones, consciente de que el jaguar era mi esposa espiritual, la interlocutora cuyos secretos acerca de la tierra original me han mantenido con vida hasta el día de hoy. Eran regalos procedentes del otro mundo en agradecimiento a haber liberado a mis bien cuidados prisioneros, las crías de jaguar, para que regresaran a la Tierra Floreciente, a la selva, a la tierra de los sueños. Aquéllos eran los secretos del jaguar hablante". (Martin Prechtel, Los Secretos del Jaguar, La Vida en el Misterioso Mundo de los Mayas, p. 32, Ed. Mondadori, Barcelona, 2000.) El autor, hijo de madre india, hurón, de Canada, y de padre suizo, nacido en una reserva india de Nuevo México, relata en esta obra sus experiencias durante los años que vivió en las tierras mayas de Guatemala recibiendo las enseñanzas de los sabios mayas, que han hecho de él un sanador.

Apéndice 3

En las culturas de América Central se piensa que 4 jaguares vigilan las 4 vías de acceso al centro de las poblaciones. Esta costumbre podría provenir de la antigua creencia maya de que en los primeros tiempos 4 jaguares míticos eran guardianes de las milpas o maizales. En la tercera edad Maya-Quiché, correspondiente a la horticultura y por lo tanto a la preeminencia de los cultos lunares, el jaguar representa la deidad Luna-Tierra. En los manuscritos mayas y mexicas, esa deidad es representada comúnmente con las garras del jaguar. Entre los Mayas, los brujos se presentan bajo la forma de jaguar representando las fases lunares. En los monumentos de la época clásica mesoamericana, la piel de jaguar estilizada simboliza el cielo. A partir del año 1000 d.C., en la ornamentación de los monumentos el Jaguar y el Águila representan los guardianes cuyo deber es alimentar el Sol y la Estrella Matutina con la sangre y los corazones humanos. Pero para los Mayas el Jaguar es sobre todo una divinidad chtoniana, expresión suprema de las fuerzas internas de la tierra, la deidad Neuf, correspondiente a los campos y al inframundo. Maestro del inframundo, reviste una función de sicopompo. La tierra se representa devorando al Sol poniente, bajo la forma de una boca de jaguar abierta sobre el astro. Y se torna deidad solar durante el curso nocturno del Sol: es el Sol negro, representado en forma de jaguar. Deidad del interior de la tierra, lleva sobre su espalda una concha marina, símbolo de la abuela Luna, y por extensión símbolo de nacimiento. El jaguar es también el dueño de las montañas, de los animales salvajes, de los ecos y de los tambores. Se le ha llamado el Corazón de la Montaña. En simetría con el águila en cuanto al simbolismo de fuerzas terrestres y celestes,, le ha dado su nombre a una de las dos órdenes templarias superiores, los Señores Jaguar, siendo la otra la de las águilas. Entre los numerosos ejemplos de asociación Jaguar-Águila, el emperador azteca recibía el homenaje de sus guerreros en un trono, sentado sobre un tapiz de plumas de águila encima de una piel de jaguar. Entre los Tupinamba del Amazonas brasileño, los varones al nacer recibían garras de jaguar y patas de águila; el jaguar es para ellos una deidad uraniana,, celeste, reside en lo alto del cielo y tiene dos cabezas para devorar al Sol y la Luna (explicación de los eclipses.) NOTA: Chtoniano: epíteto dado a seres fabulosos (dragones) o reales (serpientes) de origen subterráneo, relacionados a ideas y fuerzas de germinación y muerte. Chtonos era el nombre dado a la Tierra como madre de los Titanes, lo bajo por oposición a lo alto, la tierra en su aspecto interno y oscuro. (J. Chevalier y A. Gheerbrant, Dictionnaire des Symboles, p. 529, Ed. Laffont, Paris, 1982.)

Apéndice 4

En el Tzolkin, o calendario adivinatorio maya, encontramos varios animales que se ligaban consubstancialmente a los hombres nacidos en los días regidos por ellos. El día Ix su glifo significa piel u oreja de jaguar; es un día conectado con las montañas y los animales: dominios de los dioses del inframundo. Su patrono es la deidad jaguar. También en el calendario solar, Haab, encontramos la presencia animal, sobre todo en los patronos de los meses: el mes Pop su patrono es la deidad jaguar, y su glifo la estera, símbolo de gobierno; el mes Uo su patrono es el jaguar del inframundo, y su glifo el signo del cielo negro; el mes Pax su patrono es el jaguar o puma. (Mercedes de la Garza, ob. cit., pp. 57-60.)